La Parca ¿Dígame? (castañada 2021)

─Estoy desesperada. Necesito saber de él. Tú no me entiendes.
Una pandemia mundial. Millones de muertos. Llevaba aguantando casi dos años sin saber de él. Sin información alguna de si el bicho le había devorado los pulmones y se lo había llevado con ella.
─Julia, por favor. ¿No ves que es una locura montar una güija para hablar con La Parca?
─¡Me es igual! Necesito saber si S está vivo.
─¿Pero no me dijiste que lo viste en la tienda de ultra congelados con una chica?
─¡Rata cruel! ¿Y qué pasa? ¿Que si tienes pareja no te afecta el coronavirus? ¡Por qué es lo que me faltaba por oír!
Ya lo tenía todo preparado para cuando viniese Vicky, una botella de vino, una güija que había comprado por Amazon y en el móvil esperando a ser reproducido un vídeo de cómo funcionaba todo el tema de hablar con los muertos según la pitonisa Alisaila. Con más de veinte mil likes, nada podía fallar. No permitiría que se fuera todo al garete por dejar que ahora me viniera con pegas y excusas porque le daba miedo hablar con el otro lado.
─¿Y probar de enviarle un mensaje al móvil?
─¿Cómo voy a hacer eso? ¡La Parca no tiene móvil! Va, ayúdame y no digas más chorradas.

***  *** ***

Bienvenidos al centro de rehabilitación para seres con sentimientos reencontrados. El rótulo, con letras claras y entendibles indicaba justo lo que necesitaba en ese momento. Se estaba volviendo demasiado blandengue. Ella siempre había sido implacable con sus víctimas. Si estaban en su lista hoz al cuello y para el infierno con ella. No había alma que se le escapara.
Pero desde hacía ya un tiempo La Parca se sentía abatida. Le costaba ir de allí para acá arrastrando ese cacharro y, cada vez, se le hacía más pesado. Todo tenía un límite y, últimamente, la lista de víctimas era tan larga que apenas tenía tiempo para descansar en su bonito apartamento en Infierno 356.
─La humanidad se está muriendo, esos humanos tontos han propagado un virus y ahora somos nosotras las que debemos trabajar el doble. ¡Malditos! ─se quejó.
Al unísono el resto de Parcas del averno le dieron la razón y se pusieron a hablar entre ellas. Con quejas y experiencias varias, cada vez, alzaban más la voz hasta que el demonio moderador tuvo que poner paz.
Por megafonía la avisaron que debía ir urgentemente al área de comunicación. Tenía una llamada del exterior.
─Esta llamada no está autorizada─ le dijo el responsable con mal humor─. Este mes ya van dos.
La Parca agarró el teléfono y escuchó la voz de Julia:
─¿Hola? ¿Qué hay alguien ahí? ¿Parca?
De repente, La Parca fue absorbida por el aparato y fue trasladada al comedor de Julia.

***  *** ***

─¡Esto no va a funcionar! ¿Cómo sabes que estás llamando a La Parca y no a tu tía Paca?
─Vicky, por favor, déjame hacer. ¿Hola? ─repetí.
─Hola, Julia ─susurró La Parca.
─¡Me cago en diez!
─¿Qué, qué? ─preguntó Vicky aterrada.
─¿No lo has oído?
─Julia, qué quieres, no tengo todo el día.
─Ayúdame, vamos a preguntar otra vez─ le insistí a mi amiga.
Arrastrando con los dedos el triángulo de madera, recorriendo las letras de la güija, dibujamos la palabra P-A-R-C-A?
─Julia, por el amor de Dios, estoy detrás de ti ─contestó volviéndose corpórea.
Apenas me atreví a girar la cabeza para comprobar si era cierto. Vicky, frente a mí, había caído en un sueño profundo y una bruma de niebla la rodeaba. Empecé a dudar si aquello había sido una buena idea. No quería que le pasara nada a mi amiga. A saber si esa bruma era tóxica o algo.
─¿Qué quieres? No me son autorizadas las llamadas con los seres vivos.
─¿Una copita de vino? ─me giré y le ofrecí un vaso.
Quería estar de buenas con ella para que nadie sufriera ningún mal.
─¿En serio? ¡Qué qué quieres! ─gritó.
─Bueno, bueno, haya paz─ intenté calmarla.
─Perdona, llevo unos días que voy un poco estresada.
─Yo solo quiero saber si S…
─No me lo puedo creer.
─Por fi, por fa… ─insistí con carita de mucha pena.
Mi cara amorfa arrugando la frente y dejando colgandero el labio inferior no pareció impresionar a La Parca y empezó a salir humo negro de sus faldones.
─De verdad, estoy sufriendo mucho.
─¿Tú? ¿Tú estás sufriendo mucho?
El humo, que era cada vez más espeso y negro, se iba apoderando de toda la habitación.
─Sí… ─dije temerosa de la ira de La Parca.
─¡Cada día tengo que llevar a millones de personas al infierno! ¡Ver como no pueden ni despedirse de sus seres queridos! Y tú… tú… ¿Estás sufriendo…? Otra vez… ¿Por él?─La Parca cada vez estaba más enfurecida.
─Dime que uno de ellos no ha sido S y ya está. Yo me quedo contenta.
Le suplicaba con las manitas juntas con lágrimas chorreando por mi cara, por sentimiento o, tal vez, porque el humo se me había metido en los ojos. Que quizás no fuera tóxico, pero molestaba un rato y ayudaba bastante a la teatralización.
─¡Mira que se lo dije! ¡Desbloquea su número! ¡Desbloquéalo y habla con ella!
─¿Cómo?
─¡Me tengo que ir! Tengo demasiado trabajo para vuestras tontadas.
─¿Tiene mi número desbloqueado?
─¡Yo sí que os bloquearé a los dos! ¡Que me vais a meter en un lío con tanta llamadita al infierno!
El humo empezó a disiparse y La Parca desapareció con él.
─¿Qué ha pasado? ─dijo Vicky todavía somnolienta al despertarse.
─¡Nada! ¡Que La Parca me ha dicho que escriba a S!
─Eso… ¿No es lo que te he dicho yo?
Localicé el número de S en mi agenda y con los dedos temblorosos empecé la conversación con un tímido “Hola!”. Cuando estaba pensando en qué frase genial le pondría, después de más de tres años sin hablar con él, en mi pantalla apareció algo que hizo que el corazón me diera un vuelco:
Escribiendo…

FIN.

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