Historias de La Parca (VIII)

 

─¡Hola, chicas! ¡Pasad, pasad! Ya lo tengo todo listo ─dijo Julia con emoción.
Había estado todo el día limpiando y decorando la casa para el gran evento. Una verdadera noche de los muertos. Pretendía ser una mezcla de culturas en un diminuto piso de Barcelona. Había decorado la mesa  con múltiples adornos, que te transportaban desde el Halloween más yankee con servilletas negras con dibujitos de calabazas sonrientes, al día de los muertos mexicano con guacamole metido en un bol en forma de cráneo. Y, como no podía faltar, acabando con una bandeja de panellets más típica de la autóctona Castanyada, celebrada en Catalunya.
En el centro había dispuesto una güija con un vaso en medio, girado del revés. De joven ya había hecho algún intento con sus amiguitas, pero ahora, ya con una edad y media, estaba convencida de que podría contactar con la Parca a través de ese artilugio milenario.
─¡Uala cómo te lo has currado!
Las cuatro amigas se sentaron donde les indicaba un papel quemado por los bordes.
─Entonces, la idea es contactar con ella, ¿no? ─dijo Vicky mientras servía el tinto desde una jarra de cristal repleta de ojos de plástico.
─Sí, quiero darle las gracias por las múltiples veces que me ha salvado la vida durante estos últimos años.*
─¿Y lo haremos con esto? ─señaló Laura la güija─ A mí me da un poco de yuyu, la verdad.
─No pasa nada, mujer. Yo lo hacía de adolescente y, pese algún sustillo, nunca pasó nada grave…
─¿Cómo que algún sustillo? ─preguntó ella casi atragantándose con el sorbo de vino que acababa de dar.
Laura era la más mística de las cuatro. Creía en las energías de la naturaleza y eso de hablar con los muertos no lo veía demasiado claro. Pero la Parca no estaba muerta o… ¿Sí?
Vicky, ignorando a Laura, lanzó otra pregunta:
─¿Has probado a decir su verdadero nombre delante del espejo tres veces?
─¡Ostras! ¡Pues no había caído en eso!
─¿Y cuál es el verdadero nombre de La Parca? ─Apuntó hábilmente Rosa, que hasta ahora no había dicho ni mu porque  estaba más por el maridaje de todos alimentos dispuestos en la mesa que por otra cosa.
─¡Ni idea! ─respondió Julia─. Nunca se lo he preguntado. Tendremos que conformarnos con esto.
─Venga, pues dale ─dijo animada Vicky.
─¿Cómo que dale? A ver, chicas… ¿esto va en serio?
─Va, Laura, no seas cagada. ¡Dale!
Vicky era una apasionada de las películas de terror y no veía el momento de poder empezar.
─¿Pero ya? ─dijo alarmada Rosa─ ¡Si todavía no hemos empezado a comer!
─No te preocupes ─insistió Vicks, cogiendo las manos de Rosa y Laura para poner sus dedos encima del vaso─. Sólo necesitamos una mano, con el resto puedes ir comiendo todo lo que tú quieras.
Julia hizo lo mismo que sus compañeras y puso el dedo encima del vaso, haciéndose un hueco entre el resto.
De repente, el recipiente se volvió loco y empezó a danzar por toda la güija.
─¿Lo mueves tú, Vicky?
─¿Yo? ¡Pero qué dices, si eres tú!
─Venga, chicas, menos coña, que me estoy acojonando… ─musitó Laura.
El vaso cada vez se movía más deprisa de un lado a otro.
─¡Sobre todo no lo dejéis! ─Gritó Vicky.
─¿Por qué? ─Intenté decir, mientras Laura soltaba un alarido aterrador.
─¡Por qué sino saldrá el espíritu maligno y nos matará a todas!
─¿Pero qué dices? ─preguntó Julia riéndose.
─¡Eres una cerda! ¡Me has dado un susto de muerte! ─Le recriminó Rosa
─¡No soy yo! ─insistió ella─. Ya veréis.
Aunque no se creían una palabra, ninguna de ellas, ni por un instante, despegaron los dedos de allí. Su amiga las miró fijamente a los ojos, carraspeó y, en tono serio, empezó a hablar:
─¿Hola? ¿Hay alguien?
─¡Venga ya, Vicky! ─A Julia se le escapaba la risa.
─¡Calla!
El vaso paró en seco y empezó lentamente a dirigirse hacia el lado del tablero donde rodeado estaba el NO.
Todas contuvieron la respiración con la mirada fija en el vaso. Vicky levantó la cara y les sonrió.
─¿No? ¿Eres un espíritu burlón?
Se apartó de la palabra NO para volver a ella de un golpe seco.
Nos miramos sin entender qué nos quería decir y, entonces, empezó a moverse de nuevo. Tardamos un rato en ver que nos indicaba la palabra HALLOWEEN.
─¡Ah, coño! ¡Claro que no hay nadie! ¡Que hoy es Halloween y no están! ¡Si precisamente es cuando salen!
─¡No me jodas!
─No puede ser… ─dijo Julia claramente decepcionada.
El vaso se volvió a mover y se paró en el SÍ.
─Y tú… ¿Quién eres? ─preguntó Vicky.
Fueron arrastrando el vaso letra a letra hasta unirlas en la palabra CURVA.
─¿Eres  la chica de la curva?
El vaso volvió a moverse para indicar VILASSAR.
─¿Pero de Dalt o de Mar?
─¡Tía! ¡Qué más te dará!
─Bueno, no sé, hemos tardado la tira para adivinar que era Vilassar, joder, pues qué menos, que sepamos si es de Dalt o de Mar, digo yo, ¿no?
Julia miró a las otras buscando una aprobación que no encontró.
─No estás bien, amiga ─sentenció Laura.
Pero a la chica de la curva no le pareció importar y respondió DALT.
─Gracias.
─Queremos hablar con la Parca ─siguió Vicky.
Otra vez el vaso se movió. En esta ocasión, tardamos bastante más que las anteriores en saber qué nos quería decir. Cuando teníamos una palabra completa la decíamos en voz alta.
─SABÉIS…
─SU…
─NOMBRE…
─REAL…?
─¡Me cago en mi vida! ─Saltó Julia dando una palmada en la mesa con la mano que tenía libre.
─Te lo dije, tía. Que necesitábamos saber su nombre real.
─Quizás debe haber más Parcas.
─Quizás tantas como chicas de la curva ─puntualizó Rosa.
Y rápidamente el vaso se fue directo al SÍ.
─¿Y ahora qué? ─preguntó Laura.
El recipiente empezó a moverse de nuevo.
─M… U… E… T… E…
─¿Muete? ─pregunté a Vicky.
─¿Qué querrá decir? ─preguntó también Laura.
El vaso volvió a accionarse.
─M… U… E… R… T…E
─¡Muerte! ¡Ha dicho muerte! ─gritó Vicky.
─Ah, coño, si es que si no sabemos deletrear…
─A lo mejor lo que no sabe es pronunciar la erre, hay gente que le pasa… ─apuntó Rosa.
El vaso (la chica de la curva) parecía enfadada y no paraba de repetir MUETE, MUETE, MUETE.
De debajo de la mesa empezó a salir una neblina densa.
─Chicas esto no me está gustando nada… ─dijo Laura temblando de miedo.  
─¡Seguro que la has insultado diciendo que era tartaja!
─Ay, Dios, que yo no he dicho que sea tartaja… Yo solo quería decir que, a lo mejor, era como mi tía Paquí, que no sabía pronunciar bien la erre.
Una a una las jóvenes aspirantes a médium fueron cayendo en un dulce sueño a excepción de Julia.
─¿Qué pasa?
Miraba a su alrededor y no entendía nada. Ya nadie quedaba apoyando el vaso.
Por detrás notó que una mano huesuda le apretaba el hombro.
─¿Qué coño estáis haciendo con el intercomunicador del inframundo?
Le temblaba todo y el miedo se había apoderado de todos sus sentidos, giró la cabeza lentamente para ver que la Parca era quién le estaba hablando.
Empujando con la guadaña consiguió tirar al suelo a Vicky y se sentó en su silla.
─Oye, cuidado, que es mi amiga.
─¿Qué hacías hablando con la chica de la curva de Vilassar de Dalt? ¡Es que siempre te tengo que sacar de marrones! Que si hubiera sido la de Mar, pues no digo nada, porque es un encanto, yo no intervengo y todos tan contentos, pero claro, la de Dalt… ¡Que esa sí es un demonio!
─¡En… ¿serio…?
─¡Pues claro que sí, borrega! ¡Qué os ponéis a jugar con estos chismes y no tenéis ni idea!
─Jolines, perdona, te estaba buscando y se puso ella.
─¿Buscando? A la muerte no se la busca… ¡una se la encuentra! Madre mía, Julia, y tú ya me has encontrado demasiadas veces.
─Bueno, ¡no me riñas! Si precisamente te buscaba era para darte las gracias por las otras veces que me has salvado la vida.
─Ah, entiendo. No pasa nada. No estabas en mi lista.
─En el fondo te caigo bien.
─En el fondo del averno vas a acabar si sigues así.
─Por cierto… ¿Cómo te llamas? ¿Tienes nombre de chico? ¿chica? ¿Elle?
─La muerte no tiene ni género ni nombre.
─¡No es verdad! La chica de la curva nos ha dicho que le dijéramos tu nombre real.
─Te estaba tomando el pelo. No tenemos nombre ─insistió bebiendo un sorbo de la copa de Vicky.
─Tiene un herpes labial ─dijo mirándola, que seguía dormida en el suelo─. Es que es un poquitín promiscua.
La Parca escupió de inmediato el vino y Julia empezó a reír.
─Era broma. Los mortales también sabemos tomar el pelo. Va, dime tu nombre.
─Muy graciosa. Ya te lo he dicho, somos entes sin nombre.
Una frente a la otra, con la mirada desafiante, parecía una partida de poker en el privado de un bar de mala muerte de las Vegas. Se lo jugaban todo a una. La casa, el Rolex, el yate y la mujer. Julia, en silencio, apenas pestañeaba para averiguar cualquier señal que pudiera venir de ese vacío inmenso que habitaba en las cuencas donde debían ir los ojos de su compañera rival.
Después de unos segundos aguantando su mirada, él/ella/elle, esbozó una leve sonrisa.
─¡Lo sabía! ─gritó Julia victoriosa.
─¡No te lo voy a decir! ¡Que te conozco y me vas a estar dando la murga toda la eternidad!
─¡Venga! ─le suplicó.
Se levantó, se puso en modo levitación divina y, mientras le rodeaba la neblina que le subía desde el bajo de los faldones, le sonrió de nuevo.
─Te lo diré otro día, mi querida Julia.
Desapareció por completo y sus amigas volvieron en sí.
─¿Qué ha pasado? ¿Qué hago en el suelo? ─Preguntó Vicky sin entender.
─¡Lo conseguí, chicas! ¡Ya le pude dar las gracias!
Julia empezó a relatar a sus amigas lo sucedido mientras ellas habían estado visitando a Morfeo.
Acabaron la fiesta, como era costumbre, poniendo vídeos en la tele y cantando como locas.
─¡Pon Mecano!
─Y los muertos aquí es donde deben estar… entre flores… de colores…


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