Ámbar

 

    Ámbar, escondida detrás de uno de los imponentes árboles del bosque, bate las alas emocionada. A las hadas les gusta observar cómo los humanos visitan alegres sus moradas. Siente orgullo de haber colaborado en teñir de colores las hojas de todos los árboles que allí habitan.
    Para este otoño se ha esmerado mucho con sus mejores tonos amarillos y anaranjados. En su olla ha conseguido una buena mezcla con los rayos de sol extraídos del verano y polen de las mejores flores traído de praderas lejanas por unas abejas viajeras. Ayudada por las mariposas, que con su elegante vuelo, han sido las encargadas de repartir todos los colores en escrupuloso orden. Y, con una plegaria al viento, ha convertido el suelo en una alfombra tricolor de hojas esparcidas.
        Por el camino, Ámbar, ve llegar al primero que va con los brazos extendidos, henchido de felicidad y canturreando canciones del pasado. Los cuenta rápidamente, esta vez son trece. El del medio, orgulloso de haber escogido, para ese día, una ruta tan espectacular va gritando: ¡Qué bonito! ¡Qué maravilla! ¡Pero qué preciosidad! Detrás, Ámbar, se percata que una chica camina con la boca abierta, anestesiada por tanta belleza, y sin mirar donde pisa. En un susurro imperceptible les pide a los árboles que escondan sus raíces para allanar el camino. Se paran para sonreírle a la cámara. Todos en grupo, alternan sus cuerpos y levantan las manos para inmortalizar el momento vivido.
        Al reanudar la marcha, la pequeña hada siente como una joven del grupo la ha descubierto entre el follaje. Se asusta y se esconde detrás de un tronco. Tímidamente, vuelve a echar un vistazo con la esperanza de no ser vista. Aunque no es así, de nuevo, encuentra la dulce mirada de la chica, que con un guiño, en silencio, le cuenta que no revelará su secreto.
        Con sumo respeto, alejándose, se van agradecidos por la suerte que han tenido por haber podido gozar de ese cuadro de la naturaleza y, poco a poco, van desfilando por el camino. Dejando esa valiosa energía de alegría y felicidad de la que, en armonía, se nutre el bosque.